El ciego de nacimiento

Sus discípulos le preguntaron: Señor, el haber nacido este ciego, fue culpa suya o de sus padres? Él les respondió lo que acabáis de oír conmigo: Ni pecó él ni sus padres; nació ciego, para que se manifestaran las obras de Dios en él (Jn 9,2-3). Ya veis por qué difirió el darle, lo que no le dio entonces. No hizo entonces lo que había de hacer más tarde; no hizo lo que sabía que haría cuando convenía. No penséis, hermanos, que sus padres no tuvieron pecado alguno, ni que no hubiese contraído él la culpa original al nacer, para cuya remisión se administra el bautismo a los niños, bautismo que tiene por finalidad el borrar los pecados. Mas aquella ceguera no se debió a la culpa de sus padres ni a culpa personal, sino que existió para que se manifestaran las obras de Dios en él. Porque, aunque todos hemos contraído el pecado original al nacer, no por eso hemos nacido ciegos; aunque bien mirado, también nosotros nacimos ciegos. ¿Quién no ha nacido ciego, en verdad? Ciego de corazón. El Señor que había hecho ambas cosas, los ojos y el corazón, curó igualmente las dos.

San Agustín.- Sermón 136,1-2.

La Transfiguración

Escuchadle. Escuchad sin hesitación alguna a Aquel en quien yo me complazco, cuya enseñanza me manifiesta, cuya humildad me glorifica, pues es la Verdad y la Vida, mi poder y mi sabiduría. Escuchad al que han anunciado los misterios de la Ley y han cantado la voz de los profetas. Escuchad al que ha redimido al mundo con su sangre, ha atado al diablo y le ha arrebatado sus armas; ha roto la cédula del pecado y el pacto de la prevaricación. Escuchad al que abre el camino del cielo y por el suplicio de la cruz os prepara la escala para subir al reino.

San León Magno.- Sermones, 51,7.

Jesús fue conducido al desierto

Prontitud en enfrentarse a las tentaciones. Entonces… ¿cuándo? Después de bajar el Espíritu Santo, después de oírse aquella voz venida del cielo que decía: “Este es mi Hijo amado en quien me he complacido”. Y ciertamente lo maravilloso es que le lleva el Espíritu Santo –así lo afirma el Evangelio-. Y es que, como el Señor todo lo hacía y sufría para nuestra enseñanza, quiso también ser conducido al desierto y trabar allí combate contra el diablo a fin de que los bautizados, si después del bautismo sufren mayores tentaciones, no se turben por ello, como si fuera cosa que no era de esperar. No, no hay que turbarse, sino permanecer firme y soportarlo generosamente como la cosa más normal del mundo.

San Juan Crisóstomo.- Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 13,1.

Preséntale también la otra

Ofrecer la otra mejilla. Jesús no habla solo del sufrimiento cuando añade lo de poner la otra mejilla. Pues va en contra de la naturaleza ser soberbio y golpear a otro. En consecuencia, el que está preparado para precipitarse para la defensa sobre la fe de su interior no se resistirá al malicioso. El significado espiritual es el siguiente: al que le golpea la mejilla derecha, esto es, las doctrinas racionales, el creyente le ofrecerá también las éticas, avergonzándolo y haciéndole cesar en su acusación, y el progreso en las cosas divinas escandalizará a los que no consideran la palabra. 

Orígenes.- Fragmentos sobre el evangelio de Mateo, 108.

No he venido a abolir la Ley o los Profetas

Cumplir el menor de los mandamientos. Si es una impiedad deshacer los mandamientos más pequeños, mucho más lo será deshacer los grandes y mayores. Por lo que el mismo Espíritu Santo declara por Salomón: “El que desprecia lo pequeño se precipita poco a poco” (Si 19,1).

Y por eso no hay que desautorizar ninguno de los preceptos divinos, nada hay que mutilar sino conservar y enseñar la totalidad con espíritu fiel y sumiso para que no perdamos la gloria del reino celeste; porque lo que según el juicio de los infieles y los hombres del mundo es considerado ínfimo y pequeño, no es pequeño para Dios, sino necesario. Y el Señor muestra que quien los enseñe y lleve a cabo va a ser grande en el reino de los cielos. Por eso no sólo hay que trabajar con palabras, sino también con obras, no sólo enseñar, sino hacer lo que has enseñado.

Cromacio de Aquileya.- Comentario al Evangelio de Mateo, 20,2,1-3.

La luz del mundo

Iluminados por Cristo. El Señor llamó a sus discípulos sal de la tierra porque sazonaron por medio de la sabiduría celeste los corazones del género humano, desvirtuados por el diablo. Ahora los llama también luz del mundo porque, iluminados por Él que es la luz verdadera y eterna, se han hecho también luz de las tinieblas. Pues como Él es el sol de justicia, no sin razón da también a sus discípulos el nombre de luz del mundo, porque por medio de ellos, como si se tratara de unos rayos brillantes, derramó por todo el orbe la luz de su conocimiento; pues, manifestando la luz de la verdad, pusieron en fuga de los corazones humanos las tinieblas del error.

Cromacio de Aquileya.- Comentario al Evangelio de Mateo, 19, 1, 1-2.

El sermón de la montaña

Humildad de espíritu es la santidad perfecta. El Señor había enseñado mediante su ejemplo que es necesario rechazar la gloria de la ambición humana, al decir: “Al Señor tu Dios adorarás y solamente a Él servirás”. Como Él había anunciado por los profetas que elegiría un pueblo humilde y temeroso a sus palabras, por eso pone en la humildad de espíritu el comienzo de la felicidad perfecta. Ha colocado la posesión del reino de los cielos en aquellos que tienen humildad de espíritu, es decir, en los que se acuerdan de ser hombres… conscientes de que nada les pertenece, de que no poseen nada, sino que todos poseen el mismo don del único Padre que los hace llegar a la vida y les ofrece los mismos medios para ser felices.

San Hilario de Poitiers.- Sobre el Evangelio de Mateo, 4,2.

El pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz

El evangelio es una gran luz. Luz grande es Cristo nuestro Señor y la luminosidad de la predicación evangélica, pero no lo era la ley, que se asemejaba a una lámpara. Por eso siempre ardía una lámpara en el Tabernáculo, por la pequeñez del brillo de la ley, que sólo podía extender su propia luz a los límites judíos. De aquí que los gentiles estuvieran en las tinieblas al no tener esta lámpara luminosa.

San Cirilo de Alejandría. Fragmentos sobre el Evangelio de Mateo, 34.

Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

Hermanos míos, cuando aquella Trinidad se manifestó sensiblemente en la carne, apareció la Trinidad entera en el río en que Juan bautizó al Señor. Una vez bautizado, salió del agua, descendió la paloma y sonó la voz desde el cielo: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido (Mt 3,17). El Hijo se manifiesta en el hombre; el Espíritu en la paloma; el Padre en la voz. Algo inseparable se ha manifestado separadamente; supuesto el caso de que pueda hablarse de cosa y no más bien de la causa de todas las cosas, y eso si se puede hablar de causa. ¿Qué es lo que decimos, cuando hablamos de Dios? Hablamos de él, y lo permite él mismo, que no es como se le piensa y del que no puede hablarse ni siquiera en el modo como se le piensa. Mas he aquí que en atención a los hombres, hermanos, se manifestó sirviéndose de una paloma, y así se cumplió: Sobre él florecerá mi santificación. Florecerá, se dijo; esto es, se manifestará claramente, pues nada hay más resplandeciente y más visible en un árbol que su flor

San Agustín.- Sermón, 308 A, 5.

Vino Jesús para ser bautizado

Las aguas del bautismo confieren la santidad. En Cristo había un hombre completo, por ello, el cuerpo que había asumido para servir al Espíritu realizó en Él todo el misterio de nuestra salvación. Él fue al encuentro de Juan, nació de una mujer, estuvo sometido a la Ley y se hizo hombre por el Verbo. En verdad no tenía necesidad de bautismo porque se había dicho de Él: “No cometió pecado”, y donde no hay pecado, su perdón resulta inútil. Pero él asumió un cuerpo y un nombre de nuestro ser creado. Y aunque no necesitaba ser bautizado, sin embargo, por medio de él debía santificar nuestra purificación en las aguas del bautismo.

San Hilario de Poitiers. Sobre el Evangelio de Matero, 2,5.