Dos hombres subieron al templo a orar

El publicano recibe la absolución. Allí dice que el publicano “quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo”. Se le ve Absteniéndose de todo discurso pomposo. Parece desprovisto del derecho a hablar y derrotado por el desprecio de su conciencia. Temía que Dios lo viese, ya que no había guardado sus leyes y llevado una vida impura y libertina. También podéis ver que se acusa de su propia depravación con gestos externos. El insensato fariseo se quedó de pie, a sus anchas, levantando los ojos sin reparos, presentándose como testigo de sí mismo y lleno de orgullo. El otro siente vergüenza por su conducta. Tiene miedo de su juez. Se golpea el pecho. Confiesa sus pecados. Muestra su enfermedad como al médico, y reza para que sea compasivo. ¿Cuál es el resultado?  Escuchemos lo que el juez dice: “Este bajó justificado a su casa, y aquél no”.

San Cirilo de Alejandría.– Comentario al Evangelio de Lucas, 120.