Rogad al Señor de la mies que envíe obreros

El señor de la mies. Luego, para mostrarles cuán grande era la dádiva que les hacía, “Rogad –les dice- al Señor de la mies”. Con lo que, veladamente, manifiesta ser Él quien poseía aquel dominio. En efecto, apenas les hubo dicho “Rogad al Señor de la mies”, sin que ellos le hubieran rogada nada, sin que hubiera precedido una oración de su parte, Él los escoge inmediatamente, a la vez que les recuerda las expresiones mismas de Juan sobre la era y el bieldo, la paja y el trigo. Por donde se ve claro que Él es el labrador, el amo de la mies, el dueño soberano de los profetas. Porque si ahora mandaba segar a sus discípulos, claro está que no los mandaba a campo ajeno, sino a lo que Él mismo había sembrado por medio de los profetas. Mas no se contenta el Señor con animar a sus discípulos por el hecho de llamar “cosecha” a su ministerio, como haciéndolos aptos para ese mismo ministerio.

San Juan Crisóstomo.- Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 32,3.