Jesús no está en la tumba porque es la vida. Llegan las mujeres al sepulcro y no encuentran el cuerpo de Cristo. Había resucitado, en efecto, y ellas quedan completamente atónitas. ¿Qué ocurre entonces? Por su amor a Cristo y por su celo fueron consideradas dignas de ver a los santos ángeles, los cuales se convirtieron para ellas en evangelistas y mensajeros de la resurrección, diciendo: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, sino que ha resucitado”. Y es que el Verbo de Dios vive para siempre y por su propia naturaleza es vida. Cuando Él se vació de su condición de Dios y se hizo semejante a nosotros, probó la muerte, pero esto significaba la muerte de la muerte. Ha resucitado, por lo tanto, de entre los muertos: un camino de ascenso hacia la incorrupción que realizó no para sí mismo sino más bien para nosotros ¡Y que nadie busque entre los muertos al que vive eternamente! No está aquí, es decir: en la muerte y en el sepulcro. ¿Dónde, pues? En el cielo, evidentemente, en la gloria que a Dios corresponde.

San Cirilo de Alejandría.– Comentario al evangelio de Lucas, 24,4.