Ningún profeta es bien recibido en su tierra

Nazaret desprecia a Jesús por envidia. No sin motivo se disculpa el Señor de no haber hecho milagros en su patria, para que nadie pensase que el amor a la patria ha de ser en nosotros poco estimado: amando a todos los hombres, no podía dejar de amar a sus compatriotas; mas fueron ellos los que por envidia renunciaron al amor de su patria. Pues “el amor no es envidioso, no se infla”. Y, sin embargo, esta patria no ha sido excluida de los beneficios divinos. ¿Qué mayor milagro que el nacimiento de Cristo en ella? Observa qué males acarrea el odio; por su odio esta patria fue considerada indigna de que Él, como ciudadano suyo, actuase en ella, después de haber tenido la dignidad de que el Hijo de Dios naciese en ella.

San Ambrosio.– Exposición sobre el Evangelio de Lucas, 4, 47.