El sermón de la montaña

Humildad de espíritu es la santidad perfecta. El Señor había enseñado mediante su ejemplo que es necesario rechazar la gloria de la ambición humana, al decir: “Al Señor tu Dios adorarás y solamente a Él servirás”. Como Él había anunciado por los profetas que elegiría un pueblo humilde y temeroso a sus palabras, por eso pone en la humildad de espíritu el comienzo de la felicidad perfecta. Ha colocado la posesión del reino de los cielos en aquellos que tienen humildad de espíritu, es decir, en los que se acuerdan de ser hombres… conscientes de que nada les pertenece, de que no poseen nada, sino que todos poseen el mismo don del único Padre que los hace llegar a la vida y les ofrece los mismos medios para ser felices.

San Hilario de Poitiers.- Sobre el Evangelio de Mateo, 4,2.