1.¿Quiénes son los Trapenses y qué es la O.C.S.O.?

Los monjes y las monjas trapenses pertenecen a la familia monástica que sigue a Cristo según la Regla de San Benito, documento escrito en Monte Cassino, Italia, en el siglo VI. El sobrenombre de «Trapense» proviene de un movimiento de reforma que empezó en el siglo XVII en un monasterio francés, La Trappe, en Normandía. Las comunidades que abrazan esta reforma se llaman con frecuencia «Trapenses».

La reforma trapense tomó su inspiración de un movimiento más amplio de reforma que había tenido lugar dentro del monaquismo benedictino hacía 500 años, en el siglo XII, a partir del monasterio de Císter, cerca de Dijon, Francia. El nombre latino de Císter es Cistercium y los monasterios que siguen dicha reforma se llaman «cistercienses». Impulsado por San Bernardo de Claraval, el movimiento cisterciense se propagó rápidamente a lo largo de Europa hasta llegar a ser, a fines del siglo XIII, más de 500 monasterios. Hoy existen varias Ordenes monásticas en la familia de monasterios cistercienses. La «O.C.S.O.» se refiere al nombre oficial de los Trapenses: «Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia», que cuenta en la actualidad con 100 casas de monjes y 70 de monjas. Un poco más de la mitad de dichos monasterios están en Europa.

2. ¿Es verdad que los Trapenses hacen voto de silencio?

Los monjes y las monjas trapenses tienen fama de ser personas silenciosas. De algún modo esta impresión, que tiene un cierto fundamento en la realidad, ha llevado a la idea de que los trapenses hagan un voto de silencio, cosa que no es verdad. En un monasterio cisterciense hay tres motivos para hablar: la comunicación funcional en el trabajo o durante los diálogos comunitarios, el intercambio espiritual sobre la vida personal con los superiores o con un hermano acompañante, y la conversación informal en ocasiones especiales. Se integran estas razones para hablar dentro de la disciplina de mantener un ambiente general de silencio, el cual constituye una ayuda importante para la oración continua.

El silencio, sin embargo, se considera implícitamente incluido en una de las promesas hechas por el monje en el momento de su profesión monástica, a los cinco o seis años después de entrar en el monasterio. Se promete la «conversión», es decir, fidelidad a la vida monástica, de la cual una parte es la disciplina de mantener un ambiente de silencio, que exige controlar la lengua. Pronto se descubre que el hablar no es siempre la forma mejor de comunicación, que con frecuencia se utiliza la palabra no para comunicarnos sino como encubrimiento personal. Una sencilla actitud amistosa, silenciosa y orante comunica algo que va mucho más allá de las palabras.

3. ¿Cuál es la relación de la vida cisterciense con otras formas de vida cristiana?

Desde el comienzo del cristianismo, las variadas formas de vida cristiana han sido comparadas a los distintos órganos de un único cuerpo humano viviente, órganos llamados a servirse mutuamente en la unidad y la diversidad. A través del acontecimiento definitivo de la muerte y resurrección de Jesús, los fieles cristianos constituyen misteriosamente el único Cuerpo de Cristo. «Somos miembros los unos de los otros» (Ef 4,25). El Espíritu del Cristo resucitado inspira, unifica y, al mismo tiempo, diversifica este Cuerpo, que es la Iglesia. La vocación cisterciense o trapense es parte integral de la misma: un fruto del Espíritu Santo, en comunión con los obispos de la Iglesia católica romana, al servicio de toda la Iglesia y del mundo entero.

En la práctica, las distintas vocaciones cristianas continúan el trabajo y la presencia de Jesús a lo largo de la historia humana. Por ellas Cristo sana, enseña, predica y sirve a través de las personas y de los grupos llamados hoy a tales ministerios. Los trapenses tienen consciencia de que el Espíritu de Cristo los llama a la vida sencilla, escondida, laboriosa, orante, servicial y acogedora de una comunidad monástica particular. Se continúa en ella los muchos años en que Cristo vivía oculto con su familia en Nazaret, tantos momentos de su oración solitaria al Padre y la existencia sencilla de sus primeros discípulos en Jerusalén. Se ha llamado este género de vida el «corazón» invisible del Cuerpo de Cristo.

4. ¿La O.C.S.O. crece o disminuye?

Numérica y paradójicamente, los trapenses van aumentando y disminuyendo al mismo tiempo. El número de monasterios en todo el mundo se ha duplicado durante los últimos 60 años: de 82 en 1940 a 127 en 1970, y 169 al iniciar el siglo XXI. En los años 40 había un solo monasterio de la Orden en Africa y ninguno en América Latina. Ahora hay 17 en Africa y 13 en América Latina. En Asia y el Pacífico había 6; ahora hay 23. Podemos decir que, en términos generales, las comunidades de Asia, de Africa y de América Latina crecen más rápidamente que las de otras partes del mundo.
Durante este mismo lapso de 60 años, el número total de monjes y monjas en la O.C.S.O. ha disminuido en un 15%, de tal manera que hay ahora un total de algo más de 2500 monjes y 1800 monjas, lo cual hace que el promedio en cada comunidad es de 25 miembros, menos de la mitad de tiempos anteriores.

5. ¿Qué significan los cistercienses en el mundo postmoderno?

El mundo postmoderno está lejos de ser uniforme o consistente, pero tiene una necesidad profunda de transcender lo que es visible, una sed tanto de espiritualidad y misticismo como de comunidad, un deseo de unión divina. La búsqueda de Dios se manifiesta a través de diversas maneras de ir más allá de uno mismo: la prestación social, el sentido de misterio, la oración silenciosa como parte integrante de la vida humana. Es desde ahí donde la vida trapense se revela como sorprendentemente significativa para el mundo actual, gracias a su espiritualidad que acentúa la unión de la persona humana con Dios y con los otros en el misterio transformador de Cristo.

El Abad General de la O.C.S.O, Dom Bernardo Olivera, escribió recientemente a este respecto a todas las comunidades: «Nuestra experiencia mística cristiana es, en definitiva, experiencia de reforma y conformación con Cristo. Sólo así podremos ofrecer: una orientación hasta la salida del sol de una nueva época y un testimonio religioso para el mundo secular contemporáneo, una contribución indispensable para el diálogo con las otras religiones y un servicio contemplativo para las iglesias cristianas.». (Véase toda esta carta en la sección «Documentos y textos»: Carta de 1999.)

6. ¿Cómo conocer mejor la vida de un monje o de una monja?

Antes de nada tenemos que decir que cada persona lleva un «monje» oculto dentro de sí, porque estamos hechos para Dios. Y la vida monástica responde a esta necesidad de vivir intensamente para Dios, sea individualmente o junto a otros hermanos en comunidad. Puesto que la oración está en el corazón de la vida del monje, siempre que se quiera se puede conocer mejor dicha vida, ya sea dedicando 10 ó 20 minutos al día para tu propia oración o lectura y meditación de la Sagrada Escritura, sobre todo del Nuevo Testamento. Este ritmo de oración es especialmente importante si buscas tu lugar en la vida, tu vocación: máxime si crees que Dios te llama a una comunidad monástica.

Para conocer aún más sobre esta vida, lo mejor es pasar unos días en la hospedería de un monasterio. Para ello es conveniente ponerse en contacto previo, por carta o por teléfono, para reservar una plaza en la hospedería, pues son muy frecuentadas. Durante los días en la hospedería se puede hablar libremente con el monje o la monja responsable de los huéspedes, que puede ampliar la información sobre lo que se le pregunte. El que no puede visitar un monasterio, puede relacionarse por escrito con los responsables de la hospedería, o leer algún libro sobre la vida monástica o la oración. Para ver las direcciones de todos los monasterios trapenses, ir a: Monasterios y sitios web en la página de los Trapenses: www.ocso.org