Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto

El pecado de adulterio. Aunque las mujeres se unan a los hombres y los hombres a las mujeres con el fin de procrear hijos, no es lícito abandonar a la consorte estéril para unirse a otra fecunda. Si alguno hiciese esto, sería reo de adulterio, no ante la ley de este mundo, donde mediante el repudio, está permitido realizar otro matrimonio con otro cónyuge –según el Señor, el Santo Moisés se lo permitió a los israelitas “por la dureza de su corazón”-, pero sí lo es para la ley del Evangelio. Lo mismo sucede con la mujer que se casa con otro.

San Agustín.-El matrimonio cristiano, 1, 10, 11.