Comed la Vida, bebed la Vida

Pues, ¿qué será el ver al Hijo del hombro subir a donde estaba antes? Está claro: si pudo subir integro, no pudo ser consumido. Así, pues, nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y, a la vez, en dos palabras resolvió la cuestión de su integridad. Coman, por tanto, quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman la Vida, beban la Vida. Comer esto es rehacerse; pero de tal modo te rehaces, que no se deshace aquello con que te rehaces. Y beber aquello, ¿qué cosa es sino vivir? Cómete la vida, bébete la vida; tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando se coma espiritualmente lo que en este sacramento se toma visiblemente, y se beba espiritualmente lo que significa. Porque se lo hemos oído decir al Señor: El espíritu es el que da vida, la carne no aprovecha nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros, dice, algunos que no creen (Jn 6,64-65). Eran los que decían: ¡Cuán duras palabras son éstas!, ¿quién las puede aguantar? (Jn 6,62). Duras, sí, más para los duros; es decir, son increíbles, mas para los incrédulos.

San Agustín.- Sermón 131,1