La barca ya se inundaba

Probando a los discípulos. Mientras el Señor dormía reclinado probaba a sus discípulos y forzaba el milagro, lo que incluso puede llevar a contrición a los malos. Cuando despertó, increpó al mar y se calmó la tempestad, les demostró dos cosas: que aquella tempestad del mar no era sólo por culpa de los vientos, sino por el temor hacia su Señor que caminaba sobre el mar; y en segundo lugar, porque el Señor que increpó al mar no era una criatura, sino su Creador.

San Atanasio.- Carta festal, 29.