Aquel mismo cuerpo que, al nacer, salió del seno cerrado de la Virgen , entró donde estaban los discípulos hallándose cerradas las puertas. ¿Qué tiene, pues, de extraño el que después de la resurrección, ya eternamente triunfante, entrara estando cerradas las puertas el que, viniendo para morir, salió a luz sin abrir el seno de la Virgen? Pero, como dudaba la fe de los que miraban aquel cuerpo que podía verse, les  mostró en seguida las manos y el costado; ofreció para que palparan el cuerpo que había introducido estando cerradas las puertas.

En lo cual pone de manifiesto dos cosas admirables y para la razón humana harto contrarias entre sí, y fue mostrar, después de su resurrección, su cuerpo incorruptible y a la vez tangible, puesto que necesariamente se corrompe lo que es palpable, y lo incorruptible no puede palparse.

No obstante, por modo admirable e incomprensible, nuestro Redentor, después de resucitar, mostró su cuerpo incorruptible y a la vez palpable, para, con mostrarle incorruptible, invitar a los premios y, con presentarle palpable, afianzar la fe; además se mostró incorruptible y palpable, sin duda, para probar que, después de la resurrección, su cuerpo era de la misma naturaleza, pero tenía distinta gloria .


San Gregorio Magno.- Homilía VI (Dirigida al pueblo en la basílica de San Juan, llamada Constantiniana, en la octava de Pascua.)